5 de mayo de 2011

¡VICTOR SIEVEKING PRESENTE!

Ha dejado su puesto entre nosotros don Victor Sieveking (1945-2011), quien fuera nuestra cabeza visible por años, amigo y camarada de excepcionales condiciones humanas. Su fidelidad a los ideales de la sangre y el suelo, su valentía sin igual en la defensa pública y privada de nuestros principios y de nuestra historia, le hizo conocido como polemista y hombre de choque. Los que compartimos bajo su representación e intentamos llevar este proyecto colectivo a su destino, sabemos bien cuanta falta hará su figura optimista y prestancia juvenil, en todas nuestras actividades difusoras y organizadoras que procurámos alcanzar.


Todos los que le conocimos y estuvimos a su lado fielmente, hoy le despedimos brazo en alto.


Al final de este viaje al que sólo nosotros podemos dar un sentido, nos volveremos a reunir en la gran mesa de los Fieles... Wotan mit uns.


MOVIMIENTO NACIONALSOCIALISTA UNIFICADO DE CHILE

26 de noviembre de 2009

¡ENRIQUE ZORILLA PRESENTE!

Ha muerto el último miembro del Movimiento Nacional Socialista de von Marées, Enrique Zorrilla Santiago-Concha (1916-2009), quien fuera un destacado pensador político y custodio de la memoria de sus camaradas mártires del 5 de septiembre. En medio del ajetreo de Santiago fue conducido hasta el monolito que recuerda a los héroes en el Cementerio General, por allí pasó el solitario cortejo que acompañó los restos del anciano camarada.

18 de septiembre de 2009

HOY Y SIEMPRE NACIONALSOCIALISMO

El Movimiento Nacionalsocialista Unificado, surge en Santiago de Chile un 5 de septiembre de 1988, cuando un cofradía de camaradas nacionalsocialistas liderados por el escritor Miguel Serrano, llegamos hasta el Cementerio General de Santiago para conmemorar los 50 años de la masacre del seguro obrero, momento trágico de nuestra historia que determinó el final de un movimiento único en América, cuyo espíritu se ha preservado entre cordillera y mar, en la sangre derramada y la sangre trasmitida a nuevas generaciones de idealistas de esta franja de tierra, que desde diferentes perspectivas y campos de acción, se han inspirado en el sacrificio heroico de los jóvenes nacistas.

Queremos ser un frente unitario, que deje a un lado cualquier diferencia doctrinal con pequeños grupos de jóvenes, revistas o movimientos políticos de hoy, teniendo como único objetivo preservar ese espíritu nacionalsocialista original, surgido de esta tierra y de esta gente, pero inspirado por la avalancha renovadora de los movimientos fascistas en Europa.

Hay una perennidad en el Nacionalsocialismo chileno que debe custodiarse para ese instante preciso, tras la caída de este sistema que se pudre desde sus bases, y será entonces el instante crujiente y sonoro, cuando los grupos dispares de hoy, pero que en su esencia permanecen íntimamente unidos, puedan al fin ocupar su lugar en una nueva historia, en esa nueva oportunidad para la justicia y orden.

5 de septiembre de 2009

5 de SEPTIEMBRE

Un nuevo año se cumple desde la Masacre de la Torre, cuando la sangre más roja de esta patria cubrió los escalones fríos del Seguro Obrero, día triste de septiembre cinco, año trágico de 1938. Nosotros, sus camaradas del presente, les recordamos invocando sus nombres, en la larga lista de 59 rostros cercanos e inolvidables cuya sangre ya no salvó a Chile... Siempre ¡PRESENTES!




César Parada Henríquez

Enrique Herreros del Río

Francisco Maldonado Chávez

Juan Silva Tello

Hugo Badilla Tellería

Jesús Ballesteros Miranda

Ricardo White Alvarez

Julio César Villasiz Zura

Pedro Angel Riquelme Triviño

Mario Pérez Perreta

Mauricio Falcon Piñeiro

Luis Thennet Gillet

Héctor Thennet Gillet

Guillermo Cuello González

Waldemar Rivas Vilaza

Hermes Micheli Candia

Raúl Méndez Ureta

Bruno Bruning Schwarzenberg

José Sotomayor Sotomayor

Gerardo Gallmeyer Klotzche

Neftalí Sepúlveda Soto

Domingo Chávez Whalen

Walter Kusch Dietrich

Víctor Muñoz Cárdenas

Juan Kähni Holzapfel

Marcos Magasich Huerta

Enrique Magasich Huerta

Heriberto Espinoza Lizana

Jorge Jaraquemada Vivanco

Félix Maragaño Flores

Jorge Valenzuela San Cristóbal

Salvador Zegers Terrazas

Carlos Alfredo Barraza Robles

Jorge Alvear Soto

Víctor Tapia Briones

Humberto Yuric Yuric

Jorge Tepper Bradanovic

Juan Orchard Fox

Alejandro Bonilla Tajan

Emiliano Aros Molina

Salvador Fernández Ponicio

Jorge Sepúlveda Céspedes

Timoleón Jijón González

José Figueroa Figueroa

Eduardo Suárez Suárez

Renato Chea Meneses

Manuel Silva Durán

Daniel Jorge Jeldres

Carlos Jorge Jeldres

Luis Arriagada Muñoz

Alberto Murillo Muñoz

Julio Hernández García

Efraín Rodríguez Sáez

Carlos Riveros Sáez

Hugo Moreno Donoso

Alberto Ramírez Zamora

Manuel Jelves Olea

Pedro Molleda Ortega

Carlos Muñoz Cortés








23 de junio de 2009

¿QUE FUE EL NACISMO EN CHILE?



Erwin Robertson




INTERPRETACIONES
Un Movimiento Nacional:

EI Movimiento Nacional Socialista (MNS), se ha sostenido, no es una reproducción mimética de corrientes políticas europeas. Considerado como tal por algunas historias de los partidos o de las ideas políticas chilenas -algo que, incluso, se da por supuesto-, ese juicio simplificador se revela inexacto e insuficiente. Testigos mas fieles, analistas mas profundos, pueden mostrar la dimensión nacional de este movimiento.

Se trata, en primer lugar, de una de las expresiones de una generación juvenil que, por vías diferentes, buscaba lo nuevo frente a la sociedad y a la cultura heredadas del siglo XIX, y que encontraba eso nuevo en corrientes europeas, sentidas, sí, más hondamente y de forma más fecunda que lo que fue el liberalismo en el siglo anterior. Así lo han entendido historiadores más recientes y comprensivos: Mario Góngora considera como un todo a la "generación de 1932-1940", señalando como su característica general mas saliente la "ruptura con el pasado", y apuntando que esta generación estuvo muy marcada por las "recepciones" (marxismo, hispanismo, social-cristianismo, fascismo, nacionalsocialismo), como ha ocurrido, por lo demás, "tantas veces en la historia hispanoamericana". Y en efecto, de su análisis parece desprenderse un parentesco entre los jóvenes católicos de la Juventud Conservadora -luego Falange Nacional- y de la "Liga Social", un cierto socialismo y el nacismo (1).

"A la postre -dice por su parte Gonzalo Vial-, "toda la generación socialistas, nacis (sic), católicos-, en sus criticas, en sus actitudes vitales, en su desprecio por los viejos, en su preocupación por los problemas de los pobres, en sus ansias innovadoras -políticas y sociales-, en la tentación de la violencia física e intelectual, nos aparece con un sello común que trasciende sus diferendos filosóficos e ideológicos" (2).

Es claro que ni el catolicismo social ni el marxismo que fue tiñendo el socialismo chileno (3) son productos autóctonos de América. Tampoco, por cierto, el liberalismo de los partidos "históricos". EI punto está en la copia mecánica o en la adaptación creadora y fecunda de una idea o corriente de ideas a nuevas realidades. No es lógica entonces, la critica al MNS (y sólo al MNS) por sus “recepciones”.

Por otra parte, tanto el MNS como la Liga Social o la Falange Nacional permanecerán minoritarios. Eran principalmente, observa Góngora, "grupos juveniles" que constituyen una "generación perdida": a la larga políticamente desaparecerán o se plegarán a los frentes "macropolíticos" (4).

Con todo, ¿puede ser explicado el nacismo como un fenómeno puramente local? o en otras palabras, ¿qué significa en él esas "recepciones" a que se ha aludido?.



Un Movimiento "Fascista":

EI MNS se ubic6 a sí mismo -por un tiempo, al menos- dentro del "fascismo", entendido como una corriente universal que comprendía, por tanto, las diversas particularidades nacionales (fascismo mussoliniano, nacionalsocialismo alemán, rexismo belga, Movimiento Legionario rumano o Guardia de Hierro, entre otros) Ya se indicó que ésta ha sido, a priori, la opinión de algunos estudiosos (5).

Desde luego, calificar de "fascista" a un movimiento político o a una corriente de pensamiento no debería tener carácter peyorativo. Pero es un hecho que el termino "fascista" es usado a guisa de injuria a derecha y a izquierda -mis a izquierda, hay que reconocerlo. ¿No revela este una mentalidad inquisitorial y totalitaria la idea de que existe el "mal" político por excelencia, y que debe ser denunciado allí donde se insinúe? Pues una de las mayores curiosidades de nuestro tiempo, en que aparentemente la libertad se extiende a todo y a todos, es que ciertas ideas aparecen proscritas; no tanto por la ley (el caso chileno es una precaria excepción; mas sólidas y tristes son, en cambio, las de Italia y Alemania Federal), como por la "opinión pública", por el consenso" creado por los medios de comunicación de masas. Por lo menos aquí, queremos utilizar el concepto "fascismo" -como cualquier otro concepto político- propiamente, esto es, con rigor científico y neutralidad valórica

Entonces, ¿qué se quiere decir al afirmar que el MNS fue un movimiento fascista? 0 sea, ¿qué es el fascismo? Cientistas y filósofos políticos e historiadores no logran ponerse de acuerdo. Para unos, es probable que el termino fascismo sea el "más vago de los términos políticos contemporáneos"; para otros, debería ser desterrado por un tiempo del vocabulario de los historiadores, por las confusiones quo produce (6). ¿Designa una forma de "extrema derecha", interpretación ésta más o menos "canónica"? ¿O presenta sospechosas afinidades con la izquierda o la extrema izquierda, una interpretación que ha hecho fortuna en ciertos ambientes políticos y periodísticos chilenos? ¿O es más bien un "extremo centro", como ha llegado a afirmarse a partir de datos empíricos? (7).

En una obra que pasa por clásica Ernst Nolte definía el fascismo como un "antimarxismo que pretende destruir al enemigo por medio de la formación de una ideología radicalmente opuesta y, sin embargo, próxima; de métodos casi idénticos y sin embargo con características propias, pero siempre en el marco insustituible de la afirmación nacional y de la autonomía". Pero la definición del fascismo como principalmente "antimarxismo" no es adecuada por entero para el nacionalsocialismo alemán (el orden de Versalles era el enemigo, más que el Rotfront; y en el fondo, los judíos) y nada o muy poco para la Guardia de Hierro, los Cruces y Flechas húngaros o los fascistas británicos. Consciente de esta insuficiencia, Nolte volvía a la carga en el plano "metapolítico" y buscaba caracterizar al fascismo como oposición a lo que él denominaba "trascendencia” ("trascendencia te6rica": lo Absoluto, lo Universal, Dios; “trascendencia práctica”: el proceso de modernización, la eliminación de los vínculos tradicionales en la vida individua y social) (8). El concepto, se ha observado, es abstruso y, nuevamente, no puede decirse de todas las formas de fascismo que se hayan opuesto a la "trascendencia", te6rica o práctica; tal vez el fascismo tuvo su propia "trascendencia", como apunta G.L. Mosse (9).

Desde otras perspectivas se destaca el carácter esencialmente revolucionario del "fascismo", sin que esto signifique confundirlo con las tendencias revolucionarias de izquierda. Según Eugen Weber, es el "jacobinismo de nuestro tiempo". Combinó nacionalismo y socialismo (un socialismo "liberado del sentimentalismo humanitario y de la dialéctica marxista") y, por más que se haya sostenido que sus demandas sociales fueron una especie de camuflaje, "en la práctica, lo contrario parece haber sido el caso". Fue democrático, no en el sentido liberal, sino en el de la identificación del movimiento con el líder, y en cuanto los movimientos fascistas crearon internamente un espíritu de comunidad c igualdad social. "Nueva caballería", el fascismo exaltaba el sacrificio, la abnegación y la devoción a la causa (10). A su vez, Payne distingue agudamente entre fascismo, derecha radical y derecha conservadora, distinci6n que la mayoría de los autores no ha percibido (11).

Otros han creído necesario distinguir diversos tipos de fascismo: el de Europa occidental no es el mismo de Europa oriental (donde había una realidad más campesina y tradicional); hay un fascismo de derecha y uno de izquierda; hay un "fascismo del Tercer Mundo", cuyo ejemplo más característico sería el peronismo... En fin, hay quienes cuestionan la utilidad o la propiedad del concepto genérico de "fascismo" para describir fenómenos tan dispares: se trata de los "falsos fascismos". De Felice quisiera delimitar el fenómeno, cronológicamente, a la época entre las dos guerras mundiales; geográficamente, a Europa occidental; socialmente, a las clases medias (12). Excluye así a movimientos como la Guardia de Hierro, movimiento popular y campesino antiburgués y místico. Excluye también a fenómenos hispanoamericanos o asiáticos. S. Payne se inclina igualmente por descartar la autenticidad de un "fascismo" fuera de Europa, tras pasar revista a una serie de "candidatos", entre ellos el MNS chileno (13).

En suma, y simplificando, puede decirse que el fascismo (admitamos el sentido genérico) pretendió ser:

a) una alternativa revolucionaria a la democracia capitalista y al comunismo, considerándose a sí mismo una forma de socialismo nacional, orgánico y jerárquico;

b) una reacción "neorromántica" frente a la cansada civilización burguesa: la apelación a un estilo de vida heroico y juvenil.

En este sentido mereció ser llamado "la poesía del siglo XX" ( Robert Brasillach) y el "desquite de la juventud" (Gonzague de Reynold). Y que fue así, lo prueban las conclusiones con que algunos autores descartan la posibilidad de un nuevo fascismo en Europa: la atmósfera política tiende allí a ser "sobria y aburrida. No es la atmósfera en la que podría prosperar un verdadero movimiento fascista" (Carsten) (14). Sus bases culturales se han visto totalmente erosionadas: "hoy día todas las fuerzas ideológicas... comparten un materialismo humanista común, que excluye tanto el vitalismo como el idealismo anteriores" (Payne) (15).



Intento de síntesis:

Por la discusión anterior, se puede apreciar lo problemático que es definir el "fascismo" en Europa misma. A fortiori, lo es decidir si el MNS chileno debe ser englobado en esta categoría genérica. Es innegable cierta afinidad entre aquel y sus contemporáneos europeos; pero, aun en el caso de adscribir el movimiento chileno a la corriente universal, el ver lo multifacética que fue ella, el comprobar que los factores nacionales fueron en cada caso los determinantes, excluyen pensar en una imitación servil o reproducción mecánica.

Las citas de Góngora y Vial ya han permitido vislumbrar algunas de las características del nacismo chileno. Podríamos atribuirle tres rasgos fundamentales:

i) Nacionalismo, no entendido como chauvinismo, como expansionismo o nostalgia por "territorios perdidos" (que han caracterizado algunas manifestaciones del nacionalismo chileno), ni como un puro "nacionalismo económico", como en la Generación del Centenario. Mis bien significó la adscripción a toda una tradición que se hacia remontar a Portales: la tradición del Estado nacional autoritario, dinámico, supraclasista y suprapartidista: el Estado que había hecho la "grandeza" de Chile en el siglo pasado y del que, restaurado, se esperaba que solucionara las crisis sociales de la época, integrando a las masas proletarizadas y demoliendo el dominio de la "oligarquía" (la clase dirigente liberal, de base agraria y financiera). EI MNS representaba en su forma más radical y más pura lo que Mario Góngora llamó la "noción de Estado" en Chile (16).

De aquí la oposición al imperialismo plutocrático, representado desde la I Guerra Mundial por EEUU. Precisamente, muchas tendencias "modernizantes" preconizadas y aplicadas por esos años suponían la incorporación plena de la economía nacional a la economía norteamericana (en vías de llegar a ser, lisa y llanamente, economía mundial) y la aceptación de la hegemonía de Washington en Sudamérica. En este sentido, el MNS se consideraba próximo al Apra peruano -de esa época- y a otros movimientos hispanoamericanos (a los que consideraba, también, "fascistas" con gran disgusto de los apristas).


ii) Socialismo: entendido a la manera de tantas tendencias de los años 20 y 30 ("socialismo nacional", "socialismo prusiano"): no una forma económica, sino la supeditación del yo a la comunidad. Reaparece aquí la idea de Comunidad, de Pueblo, concebido como un todo orgánico sentido místicamente, por oposición a la mera "sociedad", suma de individuos sin más lazos entre sí que los extrínsecos y mecánicos (17). Esto, sin perjuicio de las proposiciones que se pueden considerar "socialistas" en el sentido corriente ' de la expresión nacionalización de las compañías extranjeras explotadoras del cobre, salitre y el hierro; división del latifundio, socialización de la banca... Pero obsérvese que aquí se trataba de fortalecer la soberanía del Estado sobre las riquezas esenciales y frente al mundo de las finanzas; o de promover una clase de pequeños propietarios campesinos como parte del regreso al "seno materno del paisaje": en general, no son los supuestos del socialismo corriente, marxista.

Socialismo ético, el socialismo nacista era, fundamentalmente, una gran empresa educadora: había que socializar al pueblo, a empresarios y trabajadores, a las clases medias, a los estudiantes. EI Servicio del Trabajo desempeñaba aquí un papel básico; y "hombres, antes que programas", era la expresión del ideal. Como para la Guardia de Hierro también aquí la reforma del hombre era la piedra angular, si bien de forma implícita y más vaga.

iii) EI estilo: "hombres, antes que programas" y la llamada "chilenos, a la acción", representan el "estilo nacista". Era el ethos de la acción directa, de la energía y dinamismo juveniles, y una nueva forma de movilización política. Los himnos, los uniformes y la ordenación militarizada, si bien no exclusivos del MNS, iban en el mismo sentido. No en vano un notorio representante de la clase política chilena pudo comparar al nacismo a alguna de las grandes herejías medievales y hablar de "posesión" por una idea, en lugar del "tener" una idea de modo racionalista e intelectual (18). Nada podría distinguir más al MNS de los partidos históricos, o aún de los partidos "nuevos" surgidos en esos años el PS, el PC y la Falange (luego, PDC), herederos todos del racionalismo decimonónico y, en lo político, integrados en definitiva al establishment parlamentario y a su estilo.

Aquí es donde se acaban las comparaciones al interior de una misma generación de las que hemos partido: las reivindicaciones sociales de los jóvenes cató1icos suenan a efusión sentimental o a pura posición intelectual, sin que hubiese voluntad de romper con el sistema imperante ni, menos, de pagar con la propia persona. La ambigüedad política de la Falange, oscilando entre izquierda y derecha, pero en todo caso dentro del marco legalista y parlamentario, es una manifestación de lo que decimos; del mismo modo, el revolucionarismo más bien retórico y ritual de la izquierda marxista, que observaba uno de sus más lúcidos dirigentes, treinta y tantos años después (19).

No es el caso extenderse aquí sobre las limitaciones de la ideología nacista. A través de sus publicaciones doctrinarias, el Movimiento podía pasar revista al pensamiento europeo mas afín y, también el mas novedoso: las distintas tendencias fascistas y nacionalsocialistas, la "Revolución Conservadora" alemana (de Spengler a Möller van der Bruck), algunos autores católicos. Pero nada de esto llegó a formar parte de la "cultura política" del nacismo (ni, en general del nacionalismo chileno).

En cambio, es necesario detenerse sobre la responsabilidad del Jefe, Jorge González von Marées. Si bien el MNS se concebía como un movimiento y una escuela que trascendía las individualidades, si reconocía de buena gana que el Jefe debía saber despersonalizar su acción, la personalidad de González resultó determinante (pero, ¿en que movimiento político, incluidos los marxistas, no es así?). Sus cualidades personales no se niegan: "ascético fondo interior", "sobriedad y desinterés excepcionales", "oratoria brillante, didáctica", "valentía moral y física", son algunos de los atributos que le asigna uno de sus antiguos seguidores. “Personalidad magnética", "brillante escritor y perceptivo analista", admiten los historiadores (20). Pero este Jorge González parece presa de una exaltación que lo lleva al fracaso: en mayo de 1938 habla de revolución violenta; inicialmente se atribuye toda la responsabilidad del "putsch" que desemboca en el asesinato colectivo del 5 de septiembre (aunque después atribuye la culpa del fracaso al general Ibáñez, que no habría cumplido su papel de levantar al Ejército) (21). Su inclinación hacia la izquierda lo lleva a transformar el MNS en “Vanguardia Popular Socialista" (sin embargo, reconocía que era sólo un cambio de nombre) y a unirse en efímera alianza con el Frente Popular en el poder. Continúa su trayectoria nacionalista, para finalmente dar en el liberalismo y respaldar al candidato presidencial de la derecha en 1952 (contra Ibáñez).

¿Cómo explicar tal conducta? "Impaciencia", se ha dicho, y también “Iocura" (22). La explicación más sugerente es la de Miguel Serrano: González era un spengleriano que habría interpretado "maquiavélicamente" a Spengler, y para él la toma del poder llegó a ser lo substancial (23). Como se sabe, Spengler sostenía que en las fases mas tardías de la vida de las culturas ya la lucha política no se libra entre doctrinas o partidos, como en el siglo XX, sino entre caudillos. En Años de Decisión formula críticas al partido fascista y al NSDAP, en cuanto partidos, mientras alaba a Mussolini. El lema nacista "hombres, antes que programas" podía interpretarse en el sentido de que el "hombre providencial" lo era todo. González pudo llegar a pensar que era independiente de su propio movimiento, mero instrumento éste en manos del "César".

En verdad, muchos de los militantes del MNS acompañaron a González en peregrinaciones igualmente curiosas: a través del agrario-Iaborismo (que si pudo constituir un vehiculo político nacionalista), o directamente, en algunos casos, pasaron a casi todos los partidos políticos chilenos, en especial a la Democracia Cristiana. Y, lo más curioso, muchas veces reconociendo orgullosamente su pasado, aunque, eso si, congelado en un recuerdo romántico y despolitizado.



¿Qué queda del Nacismo?

En el párrafo inmediatamente anterior está, en parte, la respuesta: un recuerdo romántico y despolitizado, que se traduce en un ritual repetido por los. Antiguos militantes -o mejor, por quienes han tomado su representación cada 5 de septiembre. Entonces comparecen algunos, devenidos exponentes de ese mundo que el MNS combatió, junto a otros que se han mantenido "en la línea", pero a veces con más nostalgia y "fe de carbonero” que real sentido de militancia política.

Por otra parte, el símbolo del 5 de septiembre ha sido asumido por las sucesivas generaciones nacionalistas con variada intensidad. Especialmente, hoy, los que han dado en llamarse "nacionalrevolucionarios" quieren recogerlo como símbolo de lucha activa contra el sistema burgués. No se trata de repetir ese pasado, sostienen ellos, sino de desarrollar algunas ideas contenidas como germen en el nacismo: sólo así el "chilenos, a la acción" puede resonar revolucionaria y vivificadoramente.

De aquí la oposición entre "viejos" y "nuevos"; el año pasado los observadores pudieron presenciar dos ceremonias diferentes en el Cementerio General, en días distintos: una, en que el recuerdo de las víctimas del Seguro Obrero se asociaba al homenaje a Rudolf Hess -recientemente fallecido entonces-, concibiendo su intima solidaridad, por sobre diversidades locales y temporales; se veía allí juventud y espíritu militante (aunque, justo es decirlo, con mucha fanfarria y decorado "de época"; los "nacional-revolucionarios" tienen compañeros de ruta nostálgicos de otro pasado). La otra, la ceremonia de los "viejos", pobre en asistencia y más bien mortecina; allí se puso énfasis en el carácter "criollo" y democrático (!) del MNS. Sin duda este año, en la celebración del cincuentenario se harán presentes de nuevo estas contradicciones.

En suma, en la interpretaci6n del MNS caben dos "lecturas": una lectura histórica y una lectura militante. Para la primera se trata de comprender lo que realmente fue ese movimiento, en su contexto propio, con sus características y limitaciones guste o no, sin que la verdad histórica pueda ser desvirtuada por las conveniencias del presente.

Por la lectura militante, en cambio, se busca en el nacismo puntos de referencia en una lucha política e ideológica actual, hitos en un camino, fundamentos de una tradición, exempla, arquetipos... Nada de nostalgia, sino reactualización permanente de los gestos ejemplares; en último término importa ser dignos de los "mayores". Y aquí la lectura militante se hace simbólica, y las distancias temporales, como las espaciales, no cuentan: los arquetipos trascienden la histeria.

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Notas:
1) M. Góngora: "Libertad política y concepto económico de gobierno hacia 1915-1935", en revista Historia Nº 20 (1985), Santiago, pp. 38 y ss.
2) G. Vial: "El pensamiento social de Jaime Eyzaguirre", en revista Dimensión Histórica de Chile Nº 3 (1986), Santiago, p- 138.
3) Debe recordarse que el partido socialista nace (1933) de un movimiento militar (que llegó a proclamar la "República Socialista" el año anterior), y muy influido por el indoamericanismo de Haya de la Torre.

13 de abril de 2009

CUANDO EN CHILE EXISTIÓ UN PARTIDO NACIONAL SOCIALISTA



Juan Bragassi Hurtado



Con la desaparición, a comienzos de los años 20', del Partido Unión Nacionalista -agrupación política integrada entre otras destacadas personalidades por: Francisco Antonio Encina, Alberto Edwards, Guillermo Subercaseaux y Tancredo Pinochet Le brum -, pasará prácticamente una década, en que el nacionalismo chileno no logrará encontrar una expresión pública, capaz de proyectarse como una fuerza política popular organizada.

Sin embargo, este estado no durará mucho tiempo, ya que a comienzos de la década de los años treinta, aparecerá una agrupación política, que por su definición “Nacionalista” y su anexión con un “Socialismo” no marxista, será catalogada por la propaganda opositora en relación con el Partido Nacional Socialista Alemán (NSDAOP) y al “Hitlerismo”, estableciéndose con ello un estigma muy difícil de poder sobrellevar, tanto para esta colectividad como para las que en el futuro tomaron la bandera del nacionalismo criollo.

Del Movimiento Nacional Socialista de Chile (MNS), con suerte en los textos escolares existen tres o cuatro líneas escritas, las cuales se remiten principalmente – y en forma muy superficial – a los acontecimientos ocurridos el la escala del Seguro Obrero, siendo una organización de la cual hoy se habla y supone mucho, sin tener muy en claro su realidad histórica, fundamentos, trayectoria política y aporte al escenario público nacional.

Ello es lo que nos impulsa a desarrollar este trabajo, el cual pretende esclarecer su particular relación con el concepto “nacionalismo”, cómo es que se dio su filiación con la idea “socialista” y por su puesto –como tarea para el lector-, si era o no una simple copia de fenómenos, tales como: el Fascismo italiano y el Nazismo alemán.




Orígenes del Movimiento Nacional Socialista

El 5 de abril de 1932, días antes que en Chile se implantara por la fuerza una breve dictadura social marxista, es fundado el Movimiento Nacional Socialista (MNS).

La ceremonia se desarrolló en una oficina ubicada en el segundo piso de un edificio ubicado en Calle Agustinas con Teatinos, de la ciudad de Santiago de Chile.

La actividad se desarrolló en presencia de Emilio Aldunate, Fernando Calvo, Francisco Infante, Carlos Keller, Mauricio Mena, Eduardo Undurraga, Raúl Valdivieso, Benjamín Pizarro, Alberto Bravo Walter y Jorge Gonzáles Von Mareés, quienes establecieron tiempo después, la sede nacional de la agrupación, en un local ubicado en la Calle Huérfanos 1540.

Sus principales líderes fueron, el abogado Jorge González Von Mareés (“El Jefe”), quien se desempeñó entre los años 1925 a 1932, como jurista, secretario municipal y Alcalde de la Comuna de Ñuñoa; así también González fue un destacado dirigente de la agrupación denominada Nueva Acción Pública (NAP), siendo autor de algunos ensayos relacionados con temáticas sociales.

Otro cuadro importante fue el economista, filósofo y sociólogo con estudios en jurisprudencia Carlos Keller Rueff, quien entre los años 1916 a 1921 fue alumno del destacado filósofo Oswal Spengler (autor del conocido libro “La decadencia de Occidente”).

Keller fue un prolífico estudioso de la realidad, teniendo entre sus más destacadas obras el libro titulado “La eterna crisis chilena”, desempeñándose respectivamente como secretario y posteriormente como director del Departamento de Estadística en el gobierno del Presidente Carlos Ibáñez y Juan Esteban Montero.





Nacionalismo criollo y socialismo no marxista

En sus bases fundamentales, el MNS abogó por la implantación de un gobierno nacional fuerte, capáz de superar las divisiones partidistas, devolviéndole a las instituciones del Estado el impulso de eficiencia y austeridad que le había caracterizado hasta antes de la caída de Balmaceda.

En el orden social y económico, proclamaba la caducidad del régimen individualista y la necesidad de su reemplazo por la concepción socialista de vida en común, a través del predominio de los intereses de la colectividad nacional sobre todo interés individual, de grupo o de clase.

En el orden moral, se impuso como misión, el reestablecimiento de las virtudes ancestrales del pueblo chileno por medio de su práctica, vislumbrándolo como el camino hacia el reencuentro de la Patria, en el camino de la justicia, de la grandeza material y la dignificación.

Expresaba Keller en un escrito publicado en la revista “Acción Chilena”: “(…) Para el liberalismo, el motor de toda la vida económica lo constituye el afán de lucro del “homo economicus”, para el marxismo la solución de todos los problemas consiste en el colectivismo (…) socialismo no es colectivismo, como suponen los marxistas. Socialismo no es una fórmula económica, sino que es un estado de ánimo, una conciencia social. El socialismo no se realiza por fuera, sino que por dentro. El verdadero socialista es aquel que es capaz de dar un ejemplo personal de realizar en su vida, por sus actos, lo que reclama la sociedad.

Precisamente es la conciencia social, este genuino y verdadero socialismo que propiciamos, constituye la única manera de superar a la escisión que separa al liberalismo del marxismo. La primera de las escuelas, defiende al criterio patronal; la segunda, la proletariado. En la práctica, ambas han fracasado. El liberalismo ha desencadenado las luchas sociales, que amenazan arrasar con toda la civilización cristiano-occidental. El marxismo ha educado al obrero en el sentido de ver a un enemigo en la empresa, en la máquina y en el mismo trabajo. Sin embargo, todos los elementos son indispensables para que pueda funcionar la economía (…)”.







Uniformes, desfiles, canciones y discursos

El emblema de esa colectividad, fue la bandera de la Patria Vieja, cruzada por un rayo ascendente de color rojo y no como algunos han declarado la svástica, propia del partido nazi alemán.

En su insignia, se destacaba la presencia de un brazo musculoso empuñado, con un fondo tricolor entre cielo mar y cordillera.

El saludo del militante, se hacía extendiendo el brazo derecho en ángulo, reflejo de las influencias “nazi-fascistas” entonces en boga, que al hacerse era acompañado por el grito: ¡Chilenos a la acción!

El uniforme del militante nacista, estaba compuesto por una camisa, corbata y sombrero militar de color gris oscuro; una piocha metálica con la insignia del movimiento; un terciado de cuero y un cinturón de gruesa hebilla circular, adornada con un rayo ascendente; más en el varón, de un pantalón y calzado oscuro y en la mujer de una pollera y calzado oscuro.

Sus himnos más populares fueron “En alto banderas” (inspirado en el himno de las S.A.) utilizado por las TNA; “Chilenos a la acción” canto oficial de la agrupación; y la “Canción del Machitún”, la cual era entonada en las actividades de camaradería.

El MNS, poseía dos medios escritos para propagación de sus ideas, el diario nacista “Trabajo” y la revista de formación política “Acción chilena”.

Otra forma de promocionar sus ideas, fueron los discursos radiales; la producción y distribución de afiches, volantes y panfletos; las concentraciones y desfiles públicos, acompañado por la música marcial producida por sus bandas de guerra; la gira a lo largo del país de sus principales dirigentes; y los trabajos sociales, desarrollados por su Cuerpo Voluntario del Trabajo, Brigadas Femeninas, Cuerpo de Dadores de Sangre, Grupo Nacista Universitario y la Juventudes Nacistas, conocidas en ese tiempo como “ La jota”.

“Un partido con un “Jefe”, en este país de rebeldes e insubordinados, resultaba algo simplemente ridículo. Y el hombre que se atreviese a afrontar ese ridículo, no podía ser sino un loco. Un partido cuyos miembros vestían uniforme y saludaban con el brazo en alto, y que, en vez de las tradicionales “asambleas”, realizaba “concentraciones”, en que se entonaba el Himno Nacional y otros cantos patrióticos; un partido que desfilaba marcialmente por las calles, precedido de bandas de músicos y banderas; un partido así no podía responder a la mentalidad chilena, tan contraria a todas estas exterioridades.

Por las razones dichas, nuestra organización fue tildada de artificial y extranjerizante. Y a decir verdad, algunas de sus exterioridades parecían confirmar este aserto.

Desde luego, el nombre. Es cierto que los ideales “nacionalistas” y “socialistas” que el Movimiento preconizaba, no podían quedar mejor definidos que con la denominación de “nacional- socialista” que había adoptado. Pero el hecho era que en Alemania acababa de triunfar un grupo político que llevaba ese mismo nombre. Por consiguiente, el movimiento político chileno no podía ser sino un prolongación, en nuestro país, de la organización germana. Por más que la lógica de semejante argumentación no era muy fuerte – ya que con igual razonamiento podría haberse sostenido que todos los partidos chilenos no eran sino prolongaciones y agencias de sus similares europeos- el hecho es que la similitud de nombre dio base para que, de buena y de mala fe, se nos supusiera en concomitancia directa con el nacional socialismo alemán.” (“El Jefe habla a los chilenos”; discurso radial de 1941)





La violencia callejera hacia el nacismo

Hacia 1933, la violencia física se desató tanto hacia el nacismo, sus locales fueron objeto de ataques, así como su militancia, obligando a la creación de las Tropas Nacistas de Asalto (TNA), organización defensiva militarizada, que se enfrentará en las calles a los variados grupos de choque existentes en los demás partidos políticos.

La violencia política hacia el nacismo, significó además de los daños materiales, un gran número de contusos y heridos.

Sin embargo, un cuadro más pasmoso, fue el asesinato en 1935, del joven nacista Pablo Acuña y en el otoño de 1936 de los nacistas porteños Moisés Carreño, Blas Riquelme y Armando Muñoz.

Por su parte sus rivales, debieron lamentar la muerte de tres de sus hombres, uno de ellos el joven poeta Héctor Barreto.

Los políticos macucos, que hasta entonces habían despreciado olímpicamente al organismo en ciernes, experimentaron cierta inquietud por su incesante desarrollo. Ello los impulsó a iniciar, en la prensa y en el Congreso, una violenta campaña de desprestigio en su contra. Al mismo tiempo, urdieron la manera de ponerle cortapisas desde el Gobierno.

A su vez, los partidos marxistas – el socialista y el comunista – contrariamente a lo que pensaban en 1932 los “conocedores” de la idiosincrasia popular, adquirieron en los años siguientes un auge insospechado. Des de un comienzo, esos partidos concentraron sus ataques sobre nosotros.

A una voz de orden, surgieron en todas partes las “consignas” en contra nuestra. Las más socorridas fueron la de estar nosotros “vendidos a Hitler” y la de ser “asesinos del pueblo”. Al éxito de la primera de estas consignas ayudaba poderosamente nuestro nombre; a la segunda, el hecho de que en las refriegas callejeras a que habíamos sido provocados, hubiesen caído algunos militantes comunistas o socialistas” (Jorge González, 1941).

Ese año de 1935, el MNS cuenta con un número de 20.000 afiliados, logrando además una significativa presencia en las federaciones de estudiantes universitarios (Universidad Católica y de Chile) y el cargo municipal de Regidor por Santiago, en la persona de Mauricio Mena.

Su distanciamiento con el nazismo y hitlerismo alemán

Por esa época el movimiento nacista chileno, desarrolla un mayor distanciamiento con el Hitlerismo alemán, declarando públicamente en 1936, la incompatibilidad de sus ideas con las del NSDAP, prohibiendo a sus cuadros la doble militancia, en consideración a la presencia en el Sur de Chile de una filial de la Jungebund, denunciando y condenando paralelamente su accionar en nuestro país.

Desde el plano ideológico, el MNS se diferenciará del partido nazi alemán, tomando como base para su concepción ideológica no el fenómeno material de la “Raza”, sino que hablará de ella desde una concepción espiritual, cultural e idiosincrática, denominada por ese tiempo como “el alma de la raza” (A. Cabero; “Chile y los chilenos”) o “Ser nacional”, concepto el cual derivará en su discurso, en una nueva concepción nacional: el de la “Chilenidad”. Proyectando esto, hacia el ámbito continental, reconociendo, valorando y defendiendo las diversas expresiones que conforman la “raza y cultura americana”, vislumbrándolas como el resultado y muestra de lo que ellos denominarán como: “crisol de razas” (E. Zorrilla; “La nueva emancipación”).

Respecto a las influencias nazi-fascista sobre el MNS, Jorge González se refería el 25 de octubre de 1932: “Consideramos que el fascismo, en sus ideas fundamentales, no es un movimiento italiano, sino mundial. El encarna la reacción espontánea y natural de los pueblos contra la descomposición política producida por el estado democrático liberal (...) Significa también el predominio de la sangre y de la raza, sobre el materialismo económico y el internacionalismo.

En este sentido somos fascistas, sin que ello signifique, por ningún motivo, que pretendamos copiar el fascismo italiano o el hitlerismo alemán. Nuestro movimiento se caracteriza por su tendencia esencialmente nacionalista. Los problemas colectivos sólo nos interesan desde el punto de vista chileno, y las soluciones que les daremos serán también genuinamente chilenas (…)”





Su presencia en el parlamento

Ya en las elecciones parlamentarias del 7 de marzo de 1937, los nacistas obtienen un número de tres bancas: Jorge González Von Mareés por Santiago; Fernando Guarello Fitz – Henry; Y Gustavo Vargas Molinare, elegido por Temuco; perdiéndose por un estrecho margen, la candidatura de Carlos Keller por Concepción.

Los parlamentarios nacistas ejercerán sus cargos para el período comprendido entre los años 1937 a 1941, pasando el MNS a ser una fuerza representativa del 3,5 % del electorado con derecho a voto.

En materias económicas y sociales, los representantes nacistas, presentaron en el parlamento sendos proyectos de ley, los que proponían entre otros, la derogación momentánea del pago de la deuda externa y la necesidad de gravar un impuesto progresivo a las exportaciones de cobre; la reforma agraria; la instauración de un servicio obligatorio del trabajo; más otras en relación con la mejora en la situación de los conventillos y otros referidos a materias particulares, de mejoramiento de las condiciones de trabajo y retiro de los funcionarios de Gendarmería de Chile.





Elecciones presidenciales con olor a sangre

Para las elecciones presidenciales de 1938, el nacismo propone la candidatura del general (R) Carlos Ibáñez del Campo, formando para ello la coalición llamada “Alianza Popular Libertadora”.

Este pacto político, congregará no sólo a los nacistas, sino que también a sectores de izquierda disconformes con la formación del Frente Popular y a un vasto sector de independientes, simpatizantes de la figura del general.

El 4 de septiembre de 1938, el nacismo organizará una de las más numerosos concentraciones de la época, la “Marcha de la Victoria”, la cual congregó en el Parque Cousiño un número superior a las 100.000 personas en apoyo de Ibáñez.

Al otro día, lunes 5 de septiembre, se produce un sorpresivo intento de conato, el cual culmina con el asesinato a manos de las fuerzas policiales de Carabineros de Chile, de 59 nacistas y tres civiles inocentes rendidos, hecho que se conoció como la “matanza del Seguro Obrero”.

“La sangre de nuestra juventud corrió a raudales, y oleadas de odio se vaciaron sobre nuestras cabezas. No sólo se nos cubrió de los más viles improperios, sino que se nos imputó la intención de cometer los crímenes más nefastos. Durante días y semanas, después del 5 de septiembre, diarios que se dicen serios, publicaron, con respecto a nuestros propósitos en caso de que la revolución hubiese triunfado, las más absurdas y escalofriantes mentiras.

Nuestros muertos, que aun en sus últimos estertores habían balbuceado el nombre de la Patria, fueron calificados de “criminales del hampa”. Yo recibí, entre innumerables otros, el calificativo de “monstruo”.

Toda la furia gubernamental se desató en contra nuestra. Centenares de nuestros hombres fueron encarcelados o desterrados. Nuestros locales fueron ocupados por la policía y saqueados sin piedad. Nuestro diario fue clausurado y empastelada la imprenta en que se editaba. Se nos persiguió en toda forma y por todas partes como perros rabiosos, con el decidido propósito de exterminarnos” (Jorge González, 1941).

Meses después del trágico suceso, se formará en el parlamento una comisión investigadora, figurando en ella la presencia del joven parlamentario Salvador Allende, estableciéndose la responsabilidad en la matanza del mismísimo presidente de la república don Arturo Alessandri Palma.





El apoyo del nacismo al Frente Popular y su cambio de nombre

El alzamiento del 5 de septiembre, echó por tierra la candidatura de Ibáñez, plegándose formalmente el apoyo nacista y del resto de la “Alianza Popular Libertadora”, hacia el abanderado del Frente Popular Pedro Aguirre Cerda, quien es finalmente elegido Presidente de la República por un estrecho margen de votos sobre sus contendor, el derechista Gustavo Ross Santa María.

Así mismo, la trágica aventura del 5 de septiembre, propiciada personalmente por Von Mareés, al igual que el mencionado apoyo hacia el “frentismo”, generará el retiro de Carlos Keller Rueff, una de las figuras más emblemáticas y estimadas al interior del MNS.

A comienzos del verano de 1939, tras un congreso de dirigentes y a sugerencia del “Jefe” nacista, el MNS pasa a llamarse Vanguardia Popular Socialista.

Respecto a este tema, recordaba Jorge González en un discurso emitido a través de la honda de la Radio Agricultura” de 1941: “el nombre de Movimiento Nacional Socialista había pasado a constituir una rémora para su crecimiento. En especial la masa popular, intoxicada por las consignas lanzadas a través del mundo entero por la Internacional Soviética, había llegado a identificar nuestra denominación con la de sus más brutales enemigos. En vano exponíamos al pueblo nuestros principios y propósitos, tan de acuerdo con sus más sentidos anhelos. El pueblo no nos creía. Nuestra sinceridad, nuestra fe, nuestro infatigable tesón para no desmayar en la tarea, se estrellaba contra el repudio que provocaba nuestro nombre. La táctica comunista había obtenido un formidable triunfo sobre nosotros, cerrándonos, mediante una consigna tan hábil como falsa, el camino hacia la conquista del alma popular.

El cambio de nombre se hacía, pues, imperioso. Sólo así podríamos salvar la barrera que los adversarios habían levantado entre nosotros y el pueblo. Y esa barrera era absolutamente indispensable salvarla, pues sin el concurso de la masa popular, jamás nos sería dado alcanzar la meta anhelada.

El paréntesis abierto en nuestra existencia por los acontecimientos del 5 de septiembre nos deparó la ocasión propicia para efectuar el cambio doloroso, pero impostergable, que las circunstancias exigían. Es así cómo a mediados de enero de 1939, un Congreso de dirigentes convocado al efecto, resolvió sustituir el antiguo nombre del Movimiento, por el de Vanguardia Popular Socialista.” (Jorge González, 1941)





Las reflexiones del “Jefe”

Décadas más tarde, en 1960, retirado de la política y afectado en su salud
(debido posiblemente a los efectos de las torturas recibidas en las numerosas detenciones que fue objeto), el ex jefe del nacismo formulaba un análisis desencantado de la trayectoria del MNS, escritos los cuales fueron años más tarde incluidos en el libro “El Jefe. Biografía de Jorge González Von Mareés”, texto publicado en 1990, del cual destacamos lo siguiente:

"Si el nacismo no triunfó fue sencillamente por que no podía triunfar. Aun colocado en las circunstancias más favorables y aunque hubiese contado con un jefe más capaz que yo, el nacismo, tal como fue concebido por mi, estaba condenado a un inevitable fracaso. Y ello por que el alma, o sea el espíritu con que animé dicho movimiento no se amoldaba a la mentalidad chilena (…) El nacismo nació impregnado de un patriotismo romántico ajeno a nuestro espíritu criollo."

En su primera declaración pública sobre los fines del nuevo “movimiento”, se habló de un lenguaje totalmente desconocido hasta entonces en Chile. Se comenzaba diciendo que el nacismo era un “movimiento” y no un partido político. Con semejante definición se quiso destacar que no se trataba de uno más de los muchos partidos políticos que hasta entonces se había conocido en Chile, sino que de opinión, destinados a modificar sustancialmente la vida política de la república (…) la diferenciación entre “partido” y “movimiento” no fue captada nunca por la mentalidad criolla (…) Para el chileno, las organizaciones políticas, por muy avanzadas y revolucionarias que sean, son simplemente “partidos” y cualquier intento por cambiar este calificativo se estrellará con la mentalidad nacional.

Los chilenos de hoy – y gran parte de los de aquella época- Sólo han podido conocer dicho movimiento a través de la fraseología de sus detractores.

La circunstancia de haberse creado bajo la inspiración ideológica del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán, lo colocó, desde su nacimiento, en la categoría de partido “extranjerizante” en conformidad con la terminología comunista.

Es así como el nacismo fue presentado, ante la imaginación popular, desde el día mismo de su iniciación, como un enemigo jurado del pueblo chileno.

Hago este recuerdo, por consideración de la más elemental justicia histórica, el de reivindicar para el nacismo la absoluta chilenidad de sus propósitos (…) La expresión “Chilenidad” que hoy se ha hecho común en nuestro lenguaje político, fue un vocablo que nadie había usado antes que el nacismo comenzara al empleado para sintetizar con le las virtudes y el alma de nuestro pueblo.
Del mismo modo, fueron los nacistas quienes sacaron a la calle el tricolor nacional y enseñaron al pueblo sus “concentraciones” – palabra con que el nacismo sustituyó las asambleas de los partidos- a entonar en forma marcial y vigorosa el himno patrio.

También fue el nacismo el que desenterró de los archivos y dio a conocer, por primera vez, a las masas chilenas la figura de don Diego Portales (…) Posteriormente, todas estas exteriorizaciones de patriotismo fueron incorporadas a los hábitos de las demás organizaciones políticas (…) Es, pues falsa la aseveración de que el nacismo fuera una organización de tendencia extranjera.

No sólo no fue, sino que en su seno se arraigaron los más puros sentimientos de la chilenidad.



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13 de marzo de 2009

AFIRMACION Y RENUNCIAMIENTO DEL MNS
QUE SIGUEN VIGENTES HASTA HOY


Nacionalsocialistas de Chile:

Debéis afirmar, en todo momento y lugar, la idea de Patria, prestando y haciendo prestar acatamiento respetuoso a sus símbolos sagrados.
Debéis afirmar la grandeza de La República, contribuyendo a ella con todos vuestros actos.

Debéis renunciar a todo egoísmo.
Debéis renunciar a toda vinculación política, que os obligue a sustentar ideales distintos o contrapuestos con los del Nacismo.


Al Nacismo no debe llegar nadie buscando amparo personal, pues nuestro Movimiento no favorece el logro de mezquinas o materiales ambiciones.
Al Nacismo no se entra tras un destino; cada nacista debe formar el suyo.

El nacista es un soldado de la causa y un jefe en sí mismo. No acogemos al inválido de espíritu ni al ciudadano sin carácter. Nuestro Movimiento ha menester de soldados decididos y perseverantes, disciplinados y conscientes.

El honor más grande del nacista es la responsabilidad. Entre nosotros, siempre el más honrado será el más responsable. Por penosa, arriesgada o difícil que sea la orden que recibe el nacista, debe cumplirla sin titubeos. La serenidad y la justicia inspiran al que la imparte, porque nuestro JEFE elige a sus colaboradores entre los más capaces y los más experimentados.

¡Chileno a la Acción!